martes, 20 de mayo de 2008

La oralidad del lenguaje según Ong

La capacidad de leer y el pasado oral
El magno despertar al contraste entre modos orales y escritos de pensamiento y expresión tuvo lugar no en la lingüística sino en los estudios literarios, partiendo claramente del trabajo de Milman Parry (1920-1935) sobre el texto de la Ilíada y la Odisea, llevado a su terminación, después de la muerte prematura de Parry, por Alber B. Lord, y complementado por la obra posterior de Eric A. Havelock y otros.
Pero antes de abordar los descubrimientos de Parry en detalle, es necesario plantear por qué el mundo erudito tuvo que volver a despertar el carácter oral del lenguaje. Parecería ineludiblemente obvio que el lenguaje es un fenómeno oral. Dondequiera que haya seres humanos, tendrán un lenguaje, y en cada caso uno que existe básicamente como hablado y oído en el mundo del sonido. En todos los maravillosos mundos que descubre la escritura, todavía les es inherente y en ellos vive la palabra hablada. Todos los textos escritos tienen que estar relacionados de alguna manera, directa o indirectamente, con el mundo del sonido, el ambiente natural del lenguaje, para transmitir sus significados. Podemos llamar a la escritura un "sistema secundario de modelado", que depende de un sistema primario anterior: la lengua hablada. La expresión oral es capaz de existir, y casi siempre ha existido, sin ninguna escritura en absoluto; empero, nunca ha habido escritura sin oralidad.
Pero lamentablemente se ha tendido a considerar las creaciones orales como variantes de las producciones escritas; o bien como indignas del mundo especializado serio.
Salvo en las décadas recientes, los estudios lingüísticos se concentraron en los textos escritos antes que en la oralidad por una razón que resulta fácil comprender: la relación del estudio mismo con la escirtura. Todo pensamiento, incluso el de las culturas orales primarias, es hasta cierto punto analítico pero el examen abstractamente explicativo, ordenador y consecutivo de fenómenos o verdades reconocidas resulta imposible sin la escritura y la lectura. Los seres humanos de las culturas orales primarias, aquellas que no conocen la escritura en ninguna forma, aprenden mucho, poseen y practican gran sabiduría, pero no estudian.
Cuando el estudio se hace posible con la incorporación de la escritura, a menudo una de las primeras cosas que examinan los que saben leer es la lengua misma y sus usos. Por ejemplo, la retórica en esencia se refería al discurso oral, aunque siendo un "arte" o ciencia sistematizado o reflexivo, la retórica era y tuvo que ser un producto de la escritura. Después de pronunciar el discurso, no quedaba nada de él para el análisis. Lo que se empleaba para el "estudio" tenía que ser el texto de los discursos que se habían puesto por escrito, comúnmente después de su declamación y por lo regular mucho más tarde.
La concentración de los especialistas en los textos tuvo consecuencias ideológicas. Con frecuencia prosiguieron a suponer que la articulación verbal oral era en esencia idéntica a la expresión verbal escrita con la que normalmente trabajaban, y que las formas artísticas orales en el fondo sólo eran textos, salvo en el hecho de que no estaban asentadas por escrito. Tenemos un término como "literatura", que básicamente significa "escritos" para cubrir un cuerpo dado de material escrito pero no contamos con ninguna palabra o concepto similarmente satisfactoria para referirnos a una herencia meramente oral.
Ong llama "oralidad primaria" a la oralidad de una cultura que carece de todo conocimiento de la escritura o de la impresión. Es "primaria" por el contraste con la "oralidad secundaria" de la actual cultura de alta tecnología, en la cual se mantiene una nueva oralidad mediante el teléfono, la radio, la televisión y otros aparatos electrónicos para que su existencia y funcionamiento dependen de la escritura y la impresión.
La escritura hace que las "palabras" parezcan semejantes a las cosas porque concebimos las palabras como marcas visibles que señalan las palabras a los decodificadores: podemos ver y tocar tales "palabras" inscritas en textos y libros. Las palabras escritas constituyen remanentes. La tradicioón oral no posee este carácter de permanencia.
Aunque las palabras están fundadas en el habla oral, la escritura las encierra tiránicamente para siempre en el campo visual. Una persona que ha aprendido a leer no puede recuperar plenamente el sentido de lo que la palabra significa para la gente que sólo se comunica de manera oral.
Por ello el término "literatura oral" es monstruoso. Hablar de "literatura oral" es semejante a decir "escritura oral". No es lógico. No es posible describir un fenómeno primario comenzando con otro secundario posterior y reducir poco a poco las diferencias sin producir una deformación grave e inoperante.

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